sábado, 3 de enero de 2015

PLAZA FRONTERIZA


CORRÍA EL AÑO 1400 cuando un terremoto destruyó un gran lienzo de la muralla de Vera, ocasionando grandes desperfectos en el castillo y la mezquita, causando numerosas víctimas. Aunque se repara con apremio, queda en evidencia la vulnerabilidad de sus escasas defensas, y resulta un mal augurio para lo que les vendría más adelante. Vera es cabeza de comarca y tendrá que soportar el empuje cristiano a modo de razzias y ataques sorpresa casi permanentemente durante más de un siglo.

La Batalla de los Alporchones
En 1407 Vera tenía como Alcaide a Malique Alabez (Malik Alabey), bravo y valeroso caballero.
Uno de sus capitanes de confianza había sido testigo de la derrota que les infligieran los cristianos un año antes, y abrigaba la posibilidad de vengarse. Malique solicitó licencia del rey de Granada para saquear tierras murcianas. Se unieron 200 caballeros y 2000 infantes de muchos lugares de Granada. Los cristianos, enterados, reunieron con mucha prisa otro veterano ejército para la defensa. Los musulmanes saquearon con dureza a muchas aldeas y alquerías, cautivando mucha gente y cobrando gran botín en el campo de Cartagena. En el camino de vuelta, hicieron prisionero a un caballero llamado Quiñonero. Éste, después, en lo recio de la batalla, logró zafarse de sus ligaduras y se batió como un jabato. El ejército sarraceno, n un acto de soberbia pasó muy cerca de la ciudad de Lorca. Lo que no sabían es que los estaban esperando. Alonso Fajardo, con sus huestes lorquinas y apoyados por lo de Murcia, Caravaca y Moratalla, les salieron al paso en los llanos de los Alporchones, junto a la rambla de Biznaga. Los cristianos acometieron con tanto empuje que cruzaron la rambla sin dilatación. Fajardo y Alabez se buscaban en la batalla hasta que se encontraron y se batieron como leones hasta que el reino cristiano salió victorioso y Malique fue hecho prisionero. Los principales caudillos moros salieron en espantada. Apenas se salvaron 300, pues fueron perseguidos hasta la Fuente de Pulpí.

Ginés Rodríguez Castro